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Patrimonio - Pinturas Rupestres
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Una parte de las manifestaciones artísticas más abundantes en Magacela, la abarca la pintura rupestre esquemática. Hasta hace relativamente poco tiempo, sólo se conocían dos estaciones pictóricas, aumentando la cifra hasta 8 en la actualidad.

La aportación hace años de los nuevos abrigos de Magacela al conjunto de arte rupestre esquemático de la provincia de Badajoz, hacía variar considerablemente la nómina de yacimientos prehistóricos de la zona que se viene denominando «Núcleo de La Serena Central». Hasta el año 1998, eran tres los conjuntos con pinturas esquemáticas en este: los dos abrigos de Magacela y la Cueva de San José en Quintana de la Serena; y como era evidente, el incremento de hallazgos de este tipo otorgaba otra dimensión y punto de vista a las manifestaciones prehistóricas de la zona. Pasados veinte años, ya son más de 250 estaciones las documentadas en la comarca, destacando los núcleos de Cabeza del Buey, con casi 60 abrigos registrados, Capilla con unos 43 y Zarza Capilla con más de una treintena. Por cercanía, destacar los del núcleo de la sierra de La Guarda, en el término de Quintana de la Serena, que ha visto cómo en los últimos años ha aumentado cuantiosamente la cifra19. Todos estos hallazgos redimensionan la realidad del espacio, ocupación del entorno, control y explotación del territorio en época prehistórica hasta la romanización, etapa en la que se establece el ocaso de este tipo de expresiones pictóricas.

La denominación de los abrigos con arte rupestre en Magacela tras estos nuevos descubrimientos ha quedado de la manera que sigue:  

1.-     Abrigo A de la Sierra.

2.-     Abrigo B de la Sierra.

3.-     Abrigo de “Los gallos I”.

4.-     Abrigo de “Los gallos II”.

5.-     Abrigo de “Los gallos III”.

6.-     Abrigo de “La Tahona”.

7.-     Abrigo de “Las Cazoletas”.

8.-     Cueva de la “Peña El Búho”.

La pintura rupestre esquemática de Magacela participa de las mismas características estilísticas, técnicas, morfológicas y cronológicas que las del resto de las manifestaciones de este tipo que podemos encontrar en Extremadura y la Península Ibérica. Así que, salvando las distancias de algún motivo novedoso, como puede ser la representación de lo que parece un zoomorfo muy peculiar en el abrigo “Los Gallos II”, el resto de los grafemas, son los que continuamente se repiten a lo largo de la geografía peninsular.

Una definición muy acertada para acercarnos a esta pintura rupestre es la que aporta José Julio García Arranz, es así que: «...puede definirse como el conjunto de manifestaciones pictóricas prehistóricas, constituido básicamente por esquemas, que posee unas peculiaridades propias que permiten diferenciarlo del arte paleolítico franco-cantábrico y de las manifestaciones mesolíticas conocidas como “levantinas”».

La nómina y cifras de motivos que se plasmaron en las superficies rocosas de los abrigos se ha visto alterada con el descubrimiento de los nuevos yacimientos. De este modo, a pesar de que estos porcentajes pueden ser muy relativos por diversas causas (desaparición de partes de motivos que formaban otros, pérdida completa de grafemas e incluso de yacimientos, etc.), podemos establecer que son unos 223 los motivos pintados en Magacela (los restos de algunos o los considerados «indefinidos» han sido incluidos bien dependiendo de su estado de conservación, de si han sido considerados como parte de otros más complejos o de si su tamaño era significativo). El número de figuras antropomorfas es de 39, el 17,48 % del total; los zoomorfos ocupan un 7,62 % del total de motivos, pues hemos interpretado como tales unas 17 figuras; por último, el resto de grafemas, de los que podemos ver las cifras concretas según tipología en la tabla que aportamos, son el 74,88 % del total.

Estas cifras varían si eliminamos los motivos indefinidos e incompletos y así no falsear datos; teniendo en cuenta esto, el porcentaje de antropomorfos, zoomorfos y otros motivos quedaría como sigue: 21,42 %, 9,34 % y 69,23 % respectivamente.

Los grafemas esquemáticos de Magacela suelen aparecer en superficies propicias dentro de covachas, abrigos o paredes al aire libre formadas en las afloraciones rocosas de las sierras, si bien, la distribución de los paneles pictóricos dentro del yacimiento, aparentemente no sigue ningún tipo de preferencia determinada, pues en ocasiones se desaprovechan paredes idóneas para pintarse sobre superficies menos aptas. Últimamente, parece adquirir cierta consistencia dentro del campo de la investigación, la idea de que la situación de estas estaciones de pintura rupestre esquemática responde a un plan de control y vigilancia del territorio, ya que las condiciones de visibilidad desde estos puntos indican claramente la búsqueda intencionada del factor estratégico.

La ejecución técnica de los motivos también responde a unas características comunes, son en casi totalidad figuras monocromas, escaseando los raros ejemplos en los que se combinan dos colores para formarlas, aunque sí que es algo más frecuente la agrupación de grafemas de distinto color. Se representaron a tinta plana con poca variedad tonal y cromática, dependiendo estos aspectos del tipo de superficie en que fueron ejecutadas, aglutinante y estado de conservación en que nos han llegado; y con tres colores fundamentales: el rojo, negro y blanco. El más repetido es el rojo, conseguido con óxidos de hierro; algo menos frecuente es el negro (óxido de manganeso); y muy raros son los motivos realizados con pigmentos blancos (posiblemente extraídos de la roca caliza o alguna arcilla local). Estos pigmentos minerales debieron ser disueltos en algún tipo de aglutinante orgánico como agua, clara de huevo, aceite, grasa animal, etc., siendo aplicados a la pared rocosa con los dedos o algún útil (bien pinceles, plumas o instrumentos similares). La calidad de la absorción del pigmento, tras haber sido impregnado en la roca, es el factor que ha permitido o no la conservación de la materia mineral y el que haya llegado a nuestros días.  

El estilo de plasmación de las figuras, como su propio nombre indica, puede definirlo el concepto “esquemático”, ya que todo lo representado se somete a un alto grado de simplificación, llegando incluso a la total abstracción, quedando la figura reducida a los elementos básicos y más significativos. Destaca la simpleza de los trazos, rectos o curvos, más o menos gruesos dependiendo del uso de útil o si simplemente fue aplicado el pigmento con los dedos. No son frecuentes los detalles anecdóticos o naturalistas, aunque dentro de este concepto de “pintura esquemática”, debemos de ramificar otras expresiones que se deberían denominar “seminaturalistas” o “semiesquemáticas”, más próximas a la realidad, y que sí que contemplan algún tipo de detalle.

La tipología de este tipo de manifestaciones artísticas se establece en tres grandes grupos: antropomorfos (figuras similares a formas humanas), zoomorfos (que recuerdan modelos animales) e ideomorfos o resto de motivos y esquemas que merecen diferente clasificación que estos primeros. Los primeros y segundos, pueden ir desde formas más o menos naturalistas, hasta las más esquemáticas y abstractas, recibiendo el nombre de cruciformes, ancoriformes, etc., para los antropomorfos, o pectiniforme (forma de peine y mayor grado de abstracción de la figura animal). En el apartado de ideomorfos o resto de motivos, cabría señalar las barras, puntos, petroglifoides, etc., e incluso los ramiformes, que también se les puede incluir dentro de los antropomorfos si se ven paralelos de algún tipo con formas humanas.   

El apartado temático cuenta con la problemática de la dificultad interpretativa, insalvable en demasiadas ocasiones por las propias características de la pintura, donde escasean los detalles. Si estas representaciones tratan de reflejar el mundo material como la vida cotidiana: escenas de caza, guerra, pastoreo, animales u objetos; el espiritual (danzas, enterramientos, estelas, astros, ídolos); o ambas realidades a la vez, es algo de lo que aún no sabemos nada en concreto, sólo suposiciones. Con relación a esto, cabría señalar que, en muchos casos, encontramos motivos y asociaciones aparentemente simbólicas y sin ningún grado de semejanza con elementos cotidianos, por lo que se cree en la elaboración mental por parte de sus creadores y posterior plasmación de ésta con el objetivo de tratar de expresar o comunicar esas ideas determinadas. 

Escasean las composiciones y escenas, relegándose a motivos con sentido aparentemente estático, yuxtapuestos unos a otros sin indicios de relación mutua. Estos esquemas, suelen medir entre 3 y 30 cm. y responden a una tipología repetida constantemente por la geografía Peninsular, salvando la aparición de preferencias regionales o locales. 

A la hora de buscar los orígenes y establecer una cronología a estas manifestaciones, todos los investigadores coinciden en señalar el Calcolítico y la Edad del Bronce como los momentos de mayor desarrollo, abarcando el periodo cultural que se extendería entre comienzos del tercer milenio y el 600 a. d. C. El Calcolítico es considerado como la etapa de esplendor de la pintura rupestre esquemática, justificando su situación en ésta por las semejanzas con el arte mueble que se desarrolla durante el tercer milenio. Por otro lado, las investigaciones más recientes, sitúan al final del neolítico como punto de arranque de tales manifestaciones, los paralelos con motivos decorativos de esta etapa y la evolución estilística de las figuras de periodos temporales posteriores, ha hecho que el inicio se sitúe a finales del IV milenio a. d. C. Es durante el periodo orientalizante, a partir del siglo VIII a. d. C, donde se sitúa el comienzo del declive de estas pinturas, cuyo final pudo deberse a la introducción de nuevos elementos culturales orientados en otra línea que la hasta ahora establecida.


PANELES PARA LOCALIZAR LAS PINTURAS EN EL YACIMIENTO:



  Descargar folleto de las Pinturas rupestres de la Peña del Águila: